La edad dorada del caos
o cómo sobrevivir a una adolescencia llena de drogas, alcohol y sexo fácil
Ay la adolescencia, que época de mierda ¿no? Y ustedes sabrán disculparme por esa palabrota, pero es lo que es.
Cuando era chica quería ser grande, quería ser adolescente porque pensaba que significaba una especie de época gloriosa, una especie de edad dorada. Pero cuando me tocó vivirla resultó ser todo lo contrario: un completo caos.
Lo que me pasa es lo siguiente: no puedo entender cómo a tan corta edad jugamos a ser adultos y hacemos cosas que, por lo general, nos marcan de por vida. Y lo peor es que yo también hice esas cosas.
Drogas, alcohol, sexo fácil. Perder el amor. Perderse a uno mismo.
¿Por qué lo sentimos tan necesario en la adolescencia?
Tal vez porque estamos tan desesperados por sentir algo, lo que sea. Porque el vacío es tan grande, que cualquier cosa que lo tape, aunque sea por un ratito, parece una solución. Tal vez porque nadie nos enseña a estar solos con nosotros mismos. Tal vez porque nadie nos enseña a crecer, a habitarnos. A ese silencio incómodo que es dejar de ser niño. Y ese silencio asusta y mucho, se siente a veces como un castigo. Y entonces buscamos ruido, movimiento, cuerpos, sustancias, todo lo que nos saque de esa incomodidad.
Yo me acuerdo de mirarme al espejo y no reconocerme. De odiar mi cuerpo y, a la vez, usarlo como si fuera mi única herramienta para recibir amor —como si el sexo sin corazón lo fuera—. De odiar cómo el porro me hacía sentir, pero fumarlo igual, porque sí, porque los demás lo hacían, porque al menos me alejaba un rato de mi realidad. De fingir que me gustaba el sexo sin amor, pero dormirme llorando porque el chico que me gustaba me había clavado el visto. Qué contradicción ¿no? Usamos lo que más nos duele como moneda de cambio para comprar un poco de aceptación.
Me acuerdo de haber visto Skins a los 15 años y pensar que eran todos un desastre. Pero la vergüenza vino después al darme cuenta que me había convertido en uno de ellos.
A veces hasta empieza como un juego, esto de tomar, drogarse, tener sexo porque sí, repetir. Pero el problema empieza cuando creés que te gusta. 17 años tenés, ¿realmente querés que tu vida sea eso?
Y así nos vamos perdiendo en ese ciclo vicioso autodestructivo, en el que lo único que importa es que tomes, te drogues y tengas sexo con el primero que se te cruza, aunque tus compañeros de colegio te digan “fácil”, total sabes que ellos también quisieran tener sexo con vos, y restregárselos en la cara te hace sentir poderosa, indestructible. Pero la realidad es que estás perdida, no te sentís ni deseada, y querida mucho menos.
De a poco, sin darme cuenta, me fui convirtiendo en una versión deformada de lo que alguna vez fui.
Mi mamá me decía que me veía con la mirada apagada, que ya no tenía “ese brillo en los ojos”, que dónde estaba esa niña linda y alegre que solía ser. No está, capaz se murió o yo la maté, o la adolescencia la mató. Lo cierto es que no está y no va a volver nunca más. Mi papá siempre fue de hablar menos, pero también se veía la decepción en sus ojos. Y mi hermanita, bueno, fue la que la pagó más caro por todas las discusiones que tuvo que vivir entre mis papás y yo. Esas son cosas que uno nunca se perdona, heridas que nunca terminan de cerrar. Por más compasión que puedas tenerle al adolescente que fuiste. Por más que te justifiques mil veces con “era chica, no sabía lo que hacía”, “todos cometemos errores”.
La adolescencia no es la edad dorada —¿o debería decir la “edad drogada”?—. Es más bien una especie de purgatorio: no sos niño, no sos adulto. No sabés quién o qué sos. No sos nadie todavía. Pero todos te exigen que lo sepas. Y encima todo te duele el doble.
Porque es así, en la adolescencia todo se vive al límite. No hay punto medio. O amás con una intensidad casi violenta, autodestructiva, casi de una forma kamikaze. O te hundís en una tristeza que no sabés de dónde viene, pero te traga entera. Una tristeza que, como un agujero negro, te atrae de una manera tan fuerte que luchar contra ese poder resulta casi inútil.
Y nadie parece notarlo. A veces ni uno mismo.
La verdad es que, aunque yo también estuve ahí, no entiendo qué se nos pasa por la cabeza a esa edad para arruinarnos de una forma tan despiadada. La adolescencia debería ser otra cosa. Un momento de introspección sana. Una etapa de aprender a crecer y convivir con uno mismo y nuestros pensamientos. Pero en lugar de ello elegimos bloquearlos con inhibidores emocionales.
Quizás sea necesario, para aprender, para conocer nuestros límites. Para ver de cerca el abismo y entender que también forma parte de nosotros. Quizás tengamos que rompernos primero para después decidir cómo queremos reconstruirnos.
Debería ser una etapa de descubrimiento, sí, pero no a través del daño.
Porque todos te dicen que “tenés toda la vida por delante”, pero vos sentís que ya la arruinaste. Que una decisión mala ya te marcó. Que un amor que no funcionó te dejó rota para siempre. Que no vas a salir de esa oscuridad nunca.
Y lo peor es que no hablás —como yo—. O hablás, pero nadie escucha. O no te toman en serio. O minimizan todo con un “ya se te va a pasar” como si eso fuera suficiente para calmar la tormenta que tenés adentro.
No, no se pasa. Se acumula. Se guarda bien al fondo, en rincones del cuerpo que después duelen y no sabés por qué.
Y un día explotás. O te apagás. Pero algo se quiebra para siempre.
A veces me pregunto si hay alguna forma de hacer las paces con esa versión mía. Esa que eligió mal. Esa que se calló cuando quería gritar. Esa que se dejó usar, que se abandonó tanto. Esa que confundió maltrato con amor y escape con libertad.
La adolescencia no es solo una etapa. Es una batalla campal. Y sobrevivirla no siempre es garantía de que saliste ilesa.
Con cariño, Reni.
Y vos ¿cómo sentís que te marcó la adolescencia? ¿Viviste algo similar?
Si estás pasando o pasaste por algo de esto, te abrazo fuerte ❤️ Hay cosas mejores en la vida y seguro vendrán. Todo sana.
¡GRACIAS por llegar hasta acá! Si sentís que mis palabras resonaron con vos, te invito a suscribirte para no perderte lo que viene. También podés dejar un comentario o compartir: así ayudás a que mis palabras lleguen a las personas correctas 🫂 ✨ 💌
La adolescencia, no creo que sea una época de mierda, más que eso, creo que es una etapa de autodescubrimiento, a veces suele ser autodestructiva y a veces no, (o no tanto), pero, creo que es necesario pasar por todas esas experiencias que luego te hacen ser quien eres, lo que hagas durante esa etapa, no te define como futuro adulto, sino que te forma como quien quieres ser, que dejas para ti, y que dejas ir, (lo que no te representa). En torno a discusiones, creo que, todos en algún punto chocamos con nuestros padres tratando de defender quien “creemos ser”, este intento de rebeldía, por nuestra construcción personal de quien somos, después de todo, son procesos por los cuales todos pasamos, algunos a temprana edad, adelantandose a los hechos, otros en la adolescencia, y otros, adultos reprimidos que terminan con una actitud infantil, por eso no crucifico la adolescencia, ya que “no eres niño, no eres adulto”, no tienes por qué serlo, te estas descubriendo, también, estoy a favor de que sea una introspección sana, pero nadie te enseña a ser adolescente, por eso uno hace lo que cree que lo representa, con quienes cree que lo ayudaran en su proceso. Creo que eso es lo lindo de la adolescencia, encontrar tu camino a reconstruirte como sea, con las herramientas que se dan y que creas para poder superarlo, para poder crecer como persona, llega un punto en el que ya no sientes una lucha y no sientes una necesidad de seguir buscando cosas, personas, experiencias en las cuales encajar, porque ahí es cuando te das cuenta que ya sabes quien eres.
De todos modos, nunca callen como se sienten, si necesitan gritar, háganlo, si necesitan llorar, háganlo, vivan al máximo cada sentimiento que pueda aflorar en su ser, si les cuesta hablar, escriban, si les cuesta escribir, dibujen, lean, escuchen música, pero canalicen las emociones de algún modo, a veces este camino en la búsqueda de la identidad es solitario, a veces acompañado, tu tienes las riendas de tu vida, que no se te olvide.
por cierto, lindo texto. :)
Para mi la adolescencia ha sido una época muy dura, sufrí mucho abuso y me callé muchas cosas. Todos los amigos que tenia me eligieron. Estoy justo en una etapa de mi vida de reconstrucción, el arte me ha ayudado mucho a sanar, y ahora elijo con quien quiero compartir o estar. Gracias por esta tremenda entrada, un abrazo 🫂