¿Sentir se volvió un problema?
la generación de cristal y la condena de tener sentimientos
Bienvenidos al siglo XXI, donde tener emociones, decir lo que uno piensa y pedir respeto ya no es signo de evolución, sino de fragilidad emocional digna de un florero caro. O al menos así lo ven muchos cada vez que mencionan a la famosa “generación de cristal”, una etiqueta condescendiente que se usa para despreciar a las generaciones más jovenes por ser “demasiado sensibles”.
Como si el problema fuera nuestro por no soportar un chiste machista, el odio racial o la humillación pública. ¡Qué vergüenza! Con estos chicos ya no se puede decir nada. Se ve que no nacieron con la buena costumbre de aguantar la violencia disfrazada de humor.
La verdad es que ya me cansa un poco —bastante—, porque mientras todos juegan a tenerlo todo resuelto, nosotros decimos la verdad en la cara, no jugamos a tapar con cinta adhesiva la grieta que está a punto de quebrarlo todo. Pero claro, por hablar somos “los débiles”.
Y ahí es cuando salta el tío:
“Estos chicos ya no aguantan nada… en mi época”
Sí, en tu época la gente reprimía tanto que explotaba a los 40 en forma de úlcera. Gracias por tu aporte histórico.
Llamar “generación de cristal” a quienes quieren cambiar las reglas podridas de siempre es una forma bastante elegante de decir: “me incomoda que pienses distinto”. Porque, seamos sinceros, esta generación no es frágil: es incómoda, que no es lo mismo.
Incomoda al jefe que hacía chistes misóginos. Incomoda al profesor que se creía intocable. Incomoda al influencer que basaba su contenido en burlarse de los demás. Incomoda que marchemos por lo que nos mueve, por lo que nos interpela. Que nos involucremos en política. Incomoda que queramos cambio. Incomoda, sí. Pero porque pone sobre la mesa cosas que muchos preferían seguir escondiendo bajo la alfombra.
Les incomoda que tengamos sentimientos y que los mostremos, que digamos lo que nos pasa sin tapujos, sin hacerlo un tabú.
Se nos acusa de no saber lidiar con la frustración. Pero lo que realmente parece molestar es que no aceptemos que frustrarse sea el único camino. Porque ya no agachamos la cabeza cuando algo está mal. No nos reímos cuando el chiste duele. Ya no aceptamos que el poder hable sin consecuencias. Y eso, en un mundo que lleva siglos normalizando la violencia emocional, resulta casi revolucionario —en este momento, me siento Katniss Everdeen.
Y es en verdad muy curioso, porque a menudo escucho decir que “los jóvenes —o sea, nuestra generación— son el futuro”, y sin embargo, a la primera que damos un paso intentan cortarnos las piernas… y las alas. Tengo algo para decirles: no lo lograrán. Porque al menos yo voy a dar pelea hasta el último momento para cambiar las reglas podridas de siempre, le incomode a quien le incomode.
Últimamente veo a muchos humoristas en la TV o streaming quejarse porque “ya no se puede hacer chistes de nada”, y déjenme decirles que están equivocados. Nadie está diciendo que no se puede hacer humor, hablar de todo o tener opiniones diferentes. Solo que ahora hay que hacerlo con un poquito más de conciencia, y eso —para algunos— es un crimen imperdonable.
Nombrar las heridas, pedir ayuda, hablar de salud mental… no es debilidad. Es madurez. Solo que durante mucho tiempo, crecer significaba aprender a callar. Y ahora que alguien dice “esto me afecta”, el reflejo es burlarse o desacreditar. Porque si ellos pueden hablar de lo que sienten, ¿qué hacemos con todo lo que nosotros callamos?
El problema de esta generación no es que se rompa fácil, sino que refleja demasiado. Y eso incomoda. Nos muestra una nueva forma de estar en el mundo, una donde se puede llorar, protestar, dudar. Una donde no hay que hacerse el fuerte todo el tiempo para ser escuchado.
Porque esta generación no está rota, está despierta. Pone límites, y los defiende. Ya no se deja pisotear. ¿Eso es fragilidad? Ojalá todos fuéramos tan frágiles como para decir “esto me duele” en lugar de seguir repitiendo lo que lastima.
Quizás lo que les duele no es que nos rompamos fácil, sino que aprendimos a brillar incluso con las grietas a la vista.
¿Ustedes qué opinan sobre esto? Los leo 💌
- Con cariño, Reni.
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Incluso hombres jóvenes se molestan si reaccionamos a sus comentarios podridos, así que si, hay que incomodarlos pero también alejarnos de personas así, pocas veces hay un cambio en el machirul promedio, pero al menos aseguramos nuestra salud mental evitando este tipo de comentarios en nuestra gente cercana
Opino... opino varias cosas.
Escribes super bien. Me encanta leerte. Eres clara, concisa, directo al hueso. Tu letra fluye como si cada letra conociera la idea que la antecede, que la origina.
También quiero ser sincera, creo que la juventud siempre se apropia de la rebeldía. Mi generación se creía cosas, las de mi madre también, porque en muchos casos hemos logrado superarnos, dejar atrás viejos dogmas, aprendido a ser mejores... Pero estoy segura que la generación de mi hijo dirá lo mismo cuando le toque luchar por las injusticias de su tiempo, ojalá sea por los derechos de todos los seres vivos, por el balance de la energía cósmica, o por encerrar a Elon antes de que se mande para Marte (de otro modo, ahí sí que nos vamos a meter en problemas con los marcianos, imagínate mandar tal cosa).
Por otro lado, me encanta que tu generación tenga esas características, pero me quedé con la duda qué generación es esa realmente.
Cariños.