Si no soy inteligente ¿qué me queda?
el miedo al fracaso y otros problemas de buscar academic validation
Hoy (por “hoy” me refiero al 13, o sea que, técnicamente sería ayer, aunque empecé a escribirlo tarde) me pasó algo que necesito compartir con ustedes, porque este es mi (y espero que también el suyo) espacio seguro. Por lo que este ensayo va a ser súper personal, pero para eso creé este blog, para poder decir todo lo que pienso sin tener que disculparme o sentirme culpable. Así que vamos a ello.
Siempre fui una persona “inteligente” o al menos eso me hicieron creer toda mi vida. En el secundario estaba siempre en la cartelera de mejores alumnos, iba a la bandera y me gradué con un buen promedio. Pero la universidad no es el colegio. Ni la vida adulta la adolescencia.
A ver, ser considerada inteligente por los demás es un arma de doble filo, porque llega un punto en que no solo es la autoexigencia, sino las expectativas de los demás lo que te lleva a basar tu personalidad entera en las buenas calificaciones que recibís. Y todos te dicen “de qué te preocupás si sos re inteligente”, “seguro te vas a sacar una re buena nota”, “Renata? Es un bocho” (en Argentina “bocho” vendría siendo “cerebrito” en otros países, pero no de una mala manera). Y vos obviamente con las expectativas hasta el cielo y por dentro un miedo enorme al fracaso. Porque nos educan en un sistema en el que nos premian por rendir bien, no por aprender con profundidad. Nos felicitan por callar y repetir, no por cuestionar o equivocarnos. Y así, poco a poco, confundimos el valor de una calificación con nuestro valor como personas. Pero, a veces, hay que darse un poco la cabeza contra la pared.
En 2020, apenas terminé la escuela, comencé mi primer carrera: derecho. Y nadie me avisó que iba a ser tan difícil lidiar con mi miedo al fracaso. Nunca me consideré una persona inteligente por naturaleza, me encanta estudiar, sí, pero más que inteligente me considero perseverante por aquello que deseo.
La universidad es un mundo aparte, ya no estas en la escuela y nadie va a tenderte una mano para alimentar tus aires de buena estudiante. Así y todo, y con mucho esfuerzo encima, logré alcanzar los objetivos que quería y terminar con un buen promedio.
Pero volviendo al día de hoy, voy a ponerlos un poco en contexto para lo que voy a contar a continuación. Para recibirme tuve que presentar un Trabajo Final, una investigación sobre un tema que me interese. Obviamente mis expectativas hasta el techo pensando que seguro me sacaba un 9 o un 10. Hoy recibí la nota: un 7.
Mi primer impulso: el llanto, como siempre. Y las preguntas de la típica culpa que me aqueja cada vez que siento que fallo: ¿Qué me faltó? Si podía darlo todo ¿Por qué no lo hice? ¿Por qué no lo hice mejor? ¿Soy un fracaso? Estoy defraudando a todos. Soy un fraude.
“They told me all of my cages were mental,
so I got wasted like all my potential”
- Taylor Swift, “this is me trying”
No es extraño que me sienta así. Mi cerebro actúa de esta manera cada vez que las cosas no salen como yo esperaba, y me traiciona diciéndome que el fracaso está cerca, que si sigo así voy a terminar con las manos vacías. No voy a lograr todo lo que planeé siempre. Voy a ser una desilusión para todos. Inclusive desde que soy chica, antes de un examen siempre me duele la panza, o sueño por varias noches que voy a desaprobar. El miedo me persigue.
Recuerdo en la adolescencia una vez vi una charla TEDx que se titulaba “No soy un 7”. Spoiler: no me sirvió de nada. Todavía estas cosas me afectan muchísimo.
Honestamente, pensaba que ya lo había superado, después de ver cientos de videos de autoayuda y bienestar emocional, de cómo liberarte de aquello que no podés controlar, después de repetir 100 veces la frase “si no está en tu poder, que no esté en tu cabeza”. Pero nada funciona, siempre soy yo luchando contra este monstruo gigante que representa mis peores miedos.
Haber basado mi personalidad en validación académica tiene un precio muy alto que voy a tener que pagar el resto de mi vida. Es imposible no sentir que no soy suficiente cada vez que me saco una nota que no es 10. O cada vez que no me llaman por un trabajo que deseaba. Y siempre me echo la culpa. Y es que en parte la tengo, porque siempre espero demasiado de mí.
Porque en el fondo tengo miedo. Tengo miedo a la mediocridad, a ser buena pero no excelente, a fracasar. Tengo miedo a no ser lo que aspiro a ser. Si fuera tan fácil como dejarlo ir ya lo habría hecho hace rato. Pero este miedo es algo con lo que tengo que luchar cada día.
“Lo que más me horroriza es la idea de ser inútil: bien educada, brillantemente prometedora, y desvaneciéndome en una indiferencia de mediana edad.”
- Sylvia Plath.
Hoy lloré por un 7. Pero también entendí que hay algo que tengo que desaprender: dejar de atar mi valor a un número (o a la opinión de otra persona sobre mí). Recordarme que mi esfuerzo no siempre se ve reflejado en una nota, pero sí en mi proceso. Y que mi camino no se define por una calificación, sino por la forma en la que sigo adelante.
No soy una calificación. Una nota no define mi futuro, ni mi persona, ni el valor de mi alma, ni si soy más o menos inteligente. Yo elijo qué me define.
Me define mi pasión por la vida, mi amor por la lectura, por los animales. Me define el amor que tengo por mi familia y todo el cariño que sé que doy a quienes amo. Me define mi risa escandalosa y mi llanto descontrolado. Me define mi escucha y mis ganas de aconsejar o dar un abrazo a quien lo necesita. Acá está la clave: yo elijo quién quiero ser.
Y que a veces hay que llorar para hacer espacio. Para soltar la exigencia. Para abrazarnos un poco más fuerte.
Si se sintieron identificados, les dejo esta playlist que armé para las personas con complejo de academic validation. Obviamente encabeza la lista “Vienna”, de Billy Joel:
- Con cariño, Renata.
¡GRACIAS por leerme! Si te gustó, no dudes en subscribirte para no perderte de nada y te invito a interactuar para que mis palabras lleguen a las personas correctas 🫂 ✨ 💌
Te entiendo y abrazo a la distancia. Me siento totalmente identificada. Al salir de la Universidad me perdí, ya no era la chica de 10 y no supe quién era, ni lo que quería. Ya no había tareas que cumplir ni exámenes. Entendí que después de todo el 10 no significaba mucho, solo llenaba mi ego, pero no me representaba, si ya no hay calificaciones, ¿entonces quién soy? Sé que no hay frases que ayuden y siempre se busca la validación, es un proceso y como todo requiere tiempo y paciencia.
Nunca me había sentido tan identificada en un post de Substack, gracias por escribir esto 💖